junio 06, 2013

El arte de aceptar regalos destestables

Siempre quiero tener alguien a quien mandarle encomiendas, no puede ser cualquier, tiene que ser una persona especial que este atento o atenta a mi paquete, que lo reciba con entusiasmo, que lo vaya a buscar con cierta adrenalina, que lo esconda en calidad de tesoro en el trayecto de regreso a su casa y en la privacidad de su cuarto muriendo de la emoción sienta con estremecimiento como la cinta aislante se corre al pasar el cuchillo que la desgarra. Tiene que ser alguien que casi puede ver luz al abrir la caja y viva el acontecimiento con intensidad.

Lo sé, es una exageración, me conformo con que reciba con entuasiasmo la noticia y vaya a buscar pronto el paquete. Tristemente no he logrado que nadie a quien he mandado un paquetre haga al menos una de estas cosas, mala suerte supongo. El peor caso fue la respuesta "esperas que te agradezca?".

En fin, supongo que todo esto tiene que ver sobre todo con la mala suerte, simplemente no ha sucedido, es cuestión de tiempo, seguir intentando, pero en realidad como dicen todos los libros de autoayuda "el problema está en uno mismo". La frase que voy a decir cobrar mayor peso y un dejo anecdótico en unos veinte años, por ahora es una simplre queja "cuando era joven no había internet", sí, no había internet por eso recibier y enviar paquetes  o cartas era toda una ceremonia, una acontecimietno felíz. Además estaban los tiempos de espera, en fin esos encantos cursis de las cosas de antes (eso sí sonó a vieja).

En fin el problema de no encontrar alguien que reciba mis paquetes como yo quiero que los reciban radica en que quiero que los otros sientan como yo, un típico problema de empatía. Nada que la indiferencia, el internet o la practicidad no puedan resolver, pero este tema me lleva  a pensar en otro más complejo que es la recepción de regalos no deseados, es que es la misma figura. Yo soy incapáz de hacer mala cara ante un regalo detestable, simplemento no puedo hacerlo, será una mezcla de modosa y ridícula educación, un miedo al rechazo del otro, una necesidad de huir de situaciones conflictivas, como sea no puedo hacer más que sonreír y agradecer.

Aquí podría comenzar un análisis que siempre se hace en las mesas de bares sobre la "educación" la formalidad su falsedad y bemoles, pero no caeremos en ese análisis en el que tarde o temrpano participaremos, intentemos mejor pensar en alternativas inteligentes ante los regalos no deseados.

Está la alternativa del "muéstralo y olvídalo", esa chompa horrible que te regalo tu madre y espera que adores y uses todos los días, incluso en verano. En estos casos mi sabio consejo es usar la dichosa prenda para que la persona que te vea, hay que hacerse ver un par de veces basta, luego olvídala o guardala bien en tu mochila al salir de casa.

Otra técnica infalible, no para prendas de vestir, es guardar el objeto y donarlo al bazar de la parroquia más lejana, así es, tiene que ser la más lejana, nadie quiere que su mamá se saque en la rifa la chompa que ella misma tejió.

Otra opción es darle una oportunidad, tal vez cortando las mangas sea un buen chaleco, o desatando la lana pueda servir para una de esas miles de situaciones en las que se necesita una lanita y no se encuentra... el espíritu de reutilizar puede ayudar al mundo y a los maricas que no nos atrevemos a decir que algo no nos gusta.

Finalmente esta la opción de que un "accidente" inutilece el objeto, un jaspeado accidental en la lavadora, la mordida de un perro, la cercanía de un encendedor, en fin, sean creativos.

La falsedad puede ser inteligente!.