Poco sé de literatura y no me avergüenzo, más vergüenza me daría decir que sé y que no sea cierto.
Por suerte en literatura hay más dudas que certezas. A veces leo algo olvidado, perdido, poco recomendado y me parece maravilloso, lo mismo ocurre al contrario.
Si quisiera encontrar la forma de obtener resultados en los que todos estén de acuerdos, estudiaría matemáticas o me dedicaría a la física, por eso me chocan tanto las sentencias absolutas en materia de literatura. Por supuesto hay algunos vagos parámetros, pero vagos al fin y al fin también construidos entre viles mortales.
No me gusta el apéndice "femenina" de la literatura, suena mucho a encaje, lágrimas de cocodrilo y cursilería. Ponerle un nombre a una forma de escribir es una necesidad de clasificar, de nombrar. En el afán de ordenar la realidad tendemos a diseccionarla para hacer mas digerible un todo muy complejo, a veces sin embargo, nombrar las cosas las estigmatiza, las coarta, las reduce. Las palabras, los nombres actúan como filtro a veces útiles a veces no.
Escribir desde los sentimientos, hablar desde el cuerpo, desde una mirada en particular es un forma de aprehender el mundo, tal cual lo haría un niño, una campesina, un ciego, un loco. Este post es una divagación, solo un intento por repensar lo establecido, por no quedarse sólo con los nombres.
2 comentarios:
Cuando leía algo sobre lo qué significaba "literaturaridad", el mismo Todorov (un especialista) decía que el camino de hallar la literaturidad (lo que distingue a una obra literaria de los otros discursos) es un camino inútil y con un fin incierto. Decía que lo mejor que le pudo pasar a la literaura es eso. Ja, ja.
Esta bueno el post, honesto, creo que eso es parte de la literaturaridad que dice el Beto. Primera vez que entro en tu blog, esta bueno
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