Su verdadera lucha no es contra el imperio neoliberal, sino contra la pila de platos sin lavar y
la idea ociosa, pero perfectamente incorporada, de que todo debe estar limpio.
Las migas debajo de la mesa son las verdaderas culpables de su angustia
No la fallida lucha contra la pobreza ni la negligencia gubernamental
su lucha es contra la montaña de ropa sucia que no se lava sola
No contra las multinacionales y su manera descarnada de publicitarse (gratis) en las calles
su guerra se libra todos los días en la mañana, cuando cada segundo es una sentencia de retraso
Patear escaparates como desprecio al consumismo es más diversión que protesta.
La verdadera valentía es querer hacerlo aun después de una noche de llanto infantil, indecifrable en su causa, rompiendo todos los silencio.
El verdadero drama no son los niños que mueren de hambre, sino la billetera vacía en día vienticinco del mes.
Ah! Que lindo es ser rebelde y quedarse hasta la madrugada filosofando en bares, maguear cervezas y cigarrilos, dormir hasta las once del lunes.
La guerra, la ropa rebelde, los argumentos incendiarios suenan tan bien en la boca que se alimenta con comida del padre asalariado municipal.
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