II
La última cosa
normal que hice fue mandar por correo un libro de cuentos para un concurso, le
puse “realismo doméstico” de título. Ahora ya no hago cosas normales, estoy en
cama tirada todo el día y el colmo fue esta tarde cuando canté varias canciones
infantiles vía skype. En cualquier otra situación esto sería ridículo pero
ahora me resultó vital. Después de preguntar tres veces a la Lucía como estaba,
y verle medio borrosa por la video llamada me entró un poco de pánico, sé que
está bien y que no le pasará nada, pero necesitaba sentir su proximidad, esa
cercanía que no tiene que ver necesariamente con los cuerpo. La conexión por
internet no estaba ayudando, así que lo único que se me ocurrió fue cantar,
decirle que cantemos y funcionó. Empezamos por el clásico de los pollitos que
ella casi se sabe de memoria, luego le propuse la del pato, una canción que le
canto siempre que le baño, era una de esas que ni me acordaba que sabía pero la
Lucía estaba con el tema de los patos y seguramente eso fue lo que hizo
despertar en mi memoria la canción, la historia es de un pato primero viene la
descripción del animalejo “mimoso y regalón de plumas suavecitas doradas como
el sol” y de ahí algunas frases sobre la amistad con el pato. La segunda
estrofa es un poco más escabrosa, el pato muere por alguna extraña razón pero
sigue siendo el mejor amigo del niño desde el cielo, ese último párrafo no se
lo canto, primero porque hace muy larga la canción y después porque no quiero
traerle el tema de la muerte todavía, no creo que me pregunte nada al respecto,
solo tiene dos años y medio, pero nunca se sabe con los niños yo no estoy lista
para dar esas explicaciones, menos ahora con una experiencia algo cercana a la
muerte.
Terminamos con
pin pon y una que sabemos de la tele, le pedí que me señale las partes de su
cuerpo y finalmente nos mandamos un beso. Cuando corté la video llamada desee
mucho estar con ella, pero ya estoy aprendiendo a razonar mejor esos impulsos
de tener gente querida cerca, no podría ni alzarla, ni siquiera ponerle sus
zapatos que tanto le gusta sacarse. Debo ser paciente.
Otra vez el tema
del tiempo y la paciencia. En mi casa matamos las horas a plan de ver
televisión, miro cualquier cosa, dejo el control en manos de mi madre y de mi
abuela. Nos pasamos la tarde viendo recetas de cocina y programas de cambio de
look. A las seis de la tarde estoy harta, me pregunto si esa gente podría
hacerme ver menos ballena con esta panza vacía y cortada que tengo ahora. Ya
sé, ya sé, debo tener paciencia, solamente me queda esperar, dar tiempo a que
mi cuerpo se reacomode. Mientras en la tele una mujer tras otra pasa de un
atuendo de doña florinda a reproducir el estilo de estrellas de cine.
Mi madre me dice
que es mejor si vemos cosas superficiales, tontas como esa, porque si nos
ponemos a ver películas deprimentes será peor. Supongo que tiene razón, comemos
chocolates mientras vemos la tele, tenemos que subir el volumen porque hay una
fiesta en la casa del único vecino, desde la tres de la tarde sin para suenan
los wayños y zapateos.
Me llaman mis
hermanas, algunos amigos me mandan mensaje, me siento feliz, el beneficio
secundario de la enfermedad diría Freud, y claro cómo no, acaso no es lindo que
te llamen y te escriban que la gente esté pendiente de ti cuando estas mal. Es
como si el cariño fuera siempre implícito, uno no se anda diciendo “ te quiero”
todos los días, es más, es raro cuando alguien te lo dice muy seguido, es como
que pierde sentido, como ese juego de repetir muchas veces la misma palabra
hasta que pierde su sentido.
El cariño por eso
lo prefiero silencioso, asumido, obvio, pero cuando a uno le pasa una de esa
cosas se hace necesario que salga, que aparezca que se transforme en llamadas,
en correos, en cosas más palpables. Es exactamente como el cuerpo, nunca se
aprenden los nombres de los músculos hasta que no pueden moverse, hasta que
duelen, hasta que de alguna forma nos llaman la atención.
Solo en karate
kid vi la ceremonia del té, claro que en
una versión erótica/gringa del asunto, pero hoy me acordé mucho de ella. Debo
bañarme sin mojar la herida, eso significa que nada de agua directa debe tocar
a herida de mi panza. Entonces tengo que poner en el baño dos cuencos de agua,
al menos dos toallas y una esponja, cuidar de no derramar el agua, mojar la
esponja pasármela por el cuerpo, enjuagarla, tirar el agua cambiar de
recipiente y otra vez lo mismo. Todo con la velocidad casi nula que me permite
mi panza rajada, el baño está lleno de tinacos, esponjas y ropa. Tardé más de
media hora solo en pasarme la esponja y enjuagarme, el pelo es una proeza que
dejo para más tarde.
Tengo el cuello
contracturado, toda la tensión está acumulada en los hombros y el cuello,
vuelvo a encender la tele mientras muevo los hombros de atrás adelante y doy
vueltas la cabeza. Siento que no podré dormir esta noche y sólo me queda
escribir para ver si así me canso un poco más. Sé que debo contar esta historia
desde el principio, pero todavía no puedo. No sé cómo.
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