Debo partir diciendo que yo soy en general poco sensible a las emociones deportivas en general, fruto de mi natural tendencia a dormir mucho y no ejercitar el cuerpo quizás, o a lo mejor de mi profesora de educación física que nunca me dejó postularme para el equipo de basquet y me fue raleando discretamente para no tener que mirarme a los ojos y decirme de frente "no tienes ninguna chance chica, me haces perder el tiempo".
Cualquier fuera el o los motivos lo cierto es que soy poco sensible a los deportes pero no insensible, un par de letras hace toda la diferencia. Yo miro con pasión las olimpiadas e incluso en las copas mundiales de fútbol disfruto de las reuniones sociales al rededor de la tele y de seguir los partidos por las conexiones piratas que los fans ponen en internet. Pero hasta ahí.
Tengo entrañables amigos, genios, poetas, que mutan en seres dominados por un balón, con su humanidad predispuesta a cuarenta y cinco minutos por lado, no son nada ni nadie cuando hay un partido de su interés. Cualquiera aguanta dos tiempos, pero durante el mundial del futbol o los finales de los campeonatos uno puede facilmente sentir que vive en una ciudad zombie. Se apodera una muerte cerebral masiva, desde el micro, la prensa, el facebook y ni qué decir la televisión, la gente respira una atmósfera llena de pelotas, camisetas sudadas y excitación incomprensible.
Puedo entender cierta euforia por equipos con trayectoria o una brillante liga nacional, pero al fan boliviano le creo menos que a cualquiera, tal vez por eso en Bolivia uno nunca es solamente hincha de un equipo nacional sino que tiene otro de un país vecino o sigue "la champions" o se interesa por el "calccio" o tiene una polerita del real madrid. La evidencia no es poca para dudar de la capacidad deportiva nacional, uno tiene que alimentar esa pasión aunque sea con glorias ajenas.
Está pasión además se le atribuyen cualidades superpoderosas, la unión nacional es muchas veces puesta en juego cuando se habla de las cada vez menores posibilidades del seleccionado boliviano. Mientras los raquetbolistas disputan la medalla de oro en campeonados mundiales, los titulares deportivos se pierden en los culebornes cada vez más telenoveleros de la dirigencia futbolística.
Al futbol, supongo, lo mantiene vivo como una pasión la imposibilidad de dar glorias. El conformismo nacional es reflejo de las miserables gloria.
Algunas otras serias taras del fútbol y su fanaticada son:
- El uso indiscriminado de adjetivos: bola, pelota, esférico, etc, etc.
- La triste prentención que todo en la vida puede tener una descripción futbolística: "le golearon", "no da pie con bola", "son cosas del fútbol", " me sacaron tarjeta roja", etc,etc.
- La facilidad con que el tema deja fuera de conversación a un montón de gente que no ha visto el partido y la molestia de tener que responder cada vez NO a la preguntita de los lunes en la mañana "viste el partido?", como si fuera una obligación moral.
Lo que sí le agradeceré al futbol por el resto de mi vida es la preciosa tonadita de los relatores, que en su intento de innovar no hacen más que arrullar. A esa grácil melodía le debo las mejores siestas de fin de semana.
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