febrero 11, 2009

Balthazar, Lawrence Durrell


Sí lo terminé de leer, pero me costó un poco creo que es por el estado narcoléptico que me esta poseyendo o porque era en verdad un poco doloroso destruir todas las imágenes de Justine, que está comprobado era como yo lo había sospechado la típica chica hermosa y confundida de la que todos inexplicablemente se enamoran, y tal vez peor.

La cosa es que un día en la isla perdida en la que se ha refugiado el relator aparece por una suerte del destino Balthazar, pero no viene solo sino con el manuscrito del refugiado y el manuscrito tampoco viene solo sino que trae a su vez todas las correcciones que Balthazar considera pertinentes, aclaraciones, percepciones, relatos de las mismas situaciones desde otra posición y entonces las concepciones anteriores se van calentando y perdiendo su forma inicial, una no sabe que pensar ya, confundida como se está junto al relator odio un poco más a Justine. Lejos de salvarla las explicaciones de Balthazar terminan de envilecerla, por supuesto es preciso aclarar que toda esta percepción del bien y el mal y la vileza de Justine tienen que ver con mi pasado de doce años de guardapolvo blanco y rezos en colegio católica de solo niñas. De ser mi amiga actual la habría perdonado, pero en fin no puedo quitarme la antipatía que me produce.

A todo esto se suma la descripción detallada de Pursewarden, un verdadero patán. Me recuerda a alguna persona indeseable que conocí. Su talante es de absoluto poderío sobre el mundo y sus habitantes, como si ya hubiera descifrado la verdad del universo y las inquietudes y preocupaciones de los mortales no solo le produjeran risa sino desprecio por mostrar tan abiertamente su debilidad. No ha duda de las dotes que tiene pero en como cargar con un tesoro que no hace contra cosa que hundirle en el piso.

En fin, ahora que me doy cuenta creo que ese ha sido el problema, mi problema con Balthazar, me ha referido a demasiadas gentes indeseables y esto sumado al sueño que me persigue hizo que no tenga tantas ansias por leerlo. Bueno así es la literatura, a veces nos llega a lugares desconocidas a otras a aquellos que hemos querido olvidar.

febrero 04, 2009

Nora Zapata


Las políticas familiares tiene muchas veces consecuencias inesperadas. Cuando cambié de ciudad para estudiar tuve que batallar con el silencio de mi cuarto de universitaria por falta de amigos, radio y tv. Luego se fue solucionando lo de los amigos y la radio. Tele nunca tuve.

La idea de mis padres era que siendo mi principal objetivo estudiar no había ninguna necesidad de conseguir una tele. Nunca fui una televidente asidua así que pude manejar el tema, luego claro cuando me tocó cambiarme de ciudad tampoco vi la necesidad de conseguirme una. Pero el silencio de cuatro paredes sule ser mordaz a pesar de todo.

Me hice amiga de la radio, desde la mañana hasta las horas antes de dormir las voces y la música resultan una compañía extraña, pero compañía al fin. En esas estoy recodando a mi abuelo radioescucha de pura cepa, que a pesar de su sordera no resignó su hábito sino que fue progresivamente subiendo el volumen de su radio. A veces solo por esa nostalgia de su presencia escucho los aprtidos de fútbol con el volumen a tope, como si todo ese barullo podría invocarlo, traerlo un poco a mi lado.

Por supuesto uno pronto elige su estación favorita, se hace fiel. Anadaba varias semans intentado escuchar un programa cuyo nombre y contenido em interesaban pero no lograma nunca escuchar el día en que salía. Como siempre cuando uno está medio camino a rendirse las cosas resultan. Así fue que finalmente ayer escuché en radio Deseo 103.3 a las 10:00 "La vida secreta de las palabras", el programa de Mónica Velázques última ganadora del Concurso nacional de poeísa Yolanda Bedregal.

Con el calibre de semejante presentadora es difícil no interesarse, pero mi suerte fue mayor pues ayer su invitada era la poeta Nora Zapata, que en su visita a Bolivia estuvo en el programa. Como nada es perfecto solo pude escuchar la mitad del programa, debido al hambre voráz que siento por als noches y que prolonga mis cenas hasta más de las 10:30. El punto es que llegué a escuchar a Nora leyendo sus poemas y esa fue mi parte favorita del programa.

Todo lo que pueda decir al respecto estará plagado de las oraciones más clichés y rutinarias de alago y respeto por esa certeza y fuerza que deriva de una poesía carga de sapiencia y belleza solamente propias de alguién que ha vivido mucho y bien, y por su fuera poco tiene la destreza y sensibilidad de hacer poesía con todo eso.

Eso y este poema de Nora para quien van mi respetos, ojalá yo pueda algún día leer con ese temple en algún lugar del calibre de ese programa radial. Si aun quedan gentes que oigan radio, claro.


Un beso
Sólo fue un beso un colibrí.

En la ebriedad de aquella noche intensa

fue sólo eso nochebuena de brindis champagne espuma.

Y yo le amé sabiéndole urgido de ternura tuna en la laguna.

Amo los árboles que se dejan recorrer por la luna sin esperanza alguna.

Fue un beso

calor que liba el colibrí para mejor volar

nada más que esovuelo.

(Villas-Tiercelin, 14 .07.95)