septiembre 04, 2013

Música para bloqueos

Para Pedro que sin quererlo nos cedio el paso

Nos sentamos a hablar tonterías, intimidados un poco por el micrófono pero seguros de que al final lo que tendríamos sería un audio gracioso para compartir con los amigos, algunas canciones buenas y el gusto por repetir semejante opería.

http://www.ivoox.com/43-musica-para-bloqueo-audios-mp3_rf_2325457_1.html

agosto 13, 2013

agosto 01, 2013

este no es cualquier dolor
ni menor ni mayor que otros
es el dolor de la leche que empuja
es el dolor de las manos vacías

es la lucha contra el instinto


julio 12, 2013

Sin tiempo

Lo que más quisiera comprar es tiempo.
Ir a la tienda y junto al pan de la mañana pagar por treinta minutos. Tenerlos en la cartera y usarlos cuando quiera, incluso podría adecuarme a usarlo en horarios establecidos, podría mover todo mi cronograma sabedora de que tengo esos minutos libres a disfrutar sin importar el lugar del día en que se me permita usarlo.
Es linda la idea.
Sería como una tarjeta de recarga telefónico, el mismo formato pero alargando las horas de acuerdo a demanda, y claro no se podría pedir demasiadas en la vida porque uno estiraría demasiado su existencia y eso conlleva mucho problemas.

Cuando comencé a trabajar en una oficina recién terminada la facultad lo que más me costó fue acostumbrarme al ritmo de las ocho horas laborales, antes de de eso estaba tan libre y feliz como estudiante que el horario laboral lo sentí como un grillete, lo es en realidad, pero en ese entonces lo sentí de un plomo mucho más pesado, ahora en cambio lo cargo con cierta resignación.

Hace unos días encontré una libreta de ese tiempo en el que yo anotaba un análisis de mi día: “El día tiene veinticuatro horas, ocho duermo, ocho trabajo, las otras ocho pueden subdividirse en dos horas diarias de ducha y baño, una hora de pérdida en el transporte público, tres horas de comidas; en total solo tengo solo dos horas para vivir”. La anotación termina ahí. Un análisis pueril hijo de la desesperación de aquel entonces.

Ahora las desesperaciones son múltiples y variadas pero a la vez se sobrellevan de mejor manera, de todos modos persiste esa sensación de “estar sin tiempo” y de ahí la necesidad de conseguirlo a toda costa. Evadimos tareas, rebotamos responsabilidades, pedimos ayuda lo que sea para tener un tiempo más. Un amigo me comentó que hay una película que trata de este tema, en la peli la moneda de cambio es el tiempo y la trama gira en torno a la posibilidad de conseguir o no más tiempo. En esa lógica y si hablamos de tiempo de vida los niños sería los millonarios.

Un deseo largamente acariciado por mi es tener un día completo, un solo día donde no salga siquiera de la cama y donde pueda empezar a leer un libro hasta terminarlo, sin interrupciones de ningún tipo. Un amigo punk me contó alguna vez que después de andar viviendo de prestado en muchas casa o alquilar  lugares muy incómodos, si conseguía un dinero se pagaba una noche en un hotel, por lo general leía y se la pasaba en cama. Se compraba un paréntesis en su vida de punk independiente y pobre como para darse ánimos y seguir.


Yo no tengo nada de punk, pero en algunas cosas todos somos iguales.

julio 06, 2013

La vida en pijamas

Lejos de la olgazanería quedarse en pantuflas hasta bien entrada la tarde puede ser mas bien un signo de no tener tiempo ni siquiera de quitarse el pijama.
Si no voy a tomar una ducha al lavantarme de la cama entonces mejor esperar para cambiarme de ropa, el tema es que el momento de tomar la ducha puede demorar demasiado, e incluso prolongarse hasta la noche y simplemente no suceder. Uno vuelve a la cama con la misma ropa con la que estuvo todo el día.
El trabajo del día pudo haber sido igual o doblemente sacrificado que el de un carretillero, y pongo este ejemplo porque esa me parece una ardua labor de la cual soy totalmente incapaz, o muy ligero como el de una secretaria de una entidad pública, el punto es que tal como dice el viejo y conocido refrán: "el hábito no hace al monje", eso sí influye en su estado de ánimo, y esta es la mayor variante.

Ponerse la mejor ropa y perfumarse, sentarse frente a una computadora y ocuparse de ver la vida ajena en el facebook no es precisamente una gran labor, a menos que uno sea encargado de redes sociales (y ni así). En cambio uno puede escribir hojas y hojas ahorrándose el tiempo preciado que implicaría tomar una ducha y cambiarse de ropa.
A veces quisierra trabajar en YPFB o en una de esas empresas que te obligan a ponerte uniforme, así no hay que desgastarse en pensar qué ropa ponerse o si está limpia, y todas esas complicaciones matinales tan detestables, solo hay que ponerse el uniforme y ya. Esto me recueda que viví doce años con guardapolvo blanco durante mi vida escolar y que luego de salir bachiller juré en la puerta del colegio nunca más usar uniforme, pero bueno, con el tiempo uno vuelve a las viejas costumbres.

De todos modos uno en pijama sigue siendo uno, pero hay algunas variantes que pueden darnos otra perspectiva de nosotros mismo aun en pijamas, por ejemplo en pijamas, picando verduras y escuchando rancheras, es un poco triste. Ahora si estamos en pijamas leyendo con un café con leche en la cama, eso es felicidad. Ahora en pijamas, en la cama haciendo zaping sin parar eso es soledad.

Llegan las once de la mañana, yo intento cuidadosamente poner al bebé en la cama para que continue su siesta y me deje tomar un baño (el me ama como nadie en el mundo me amará nunca), inocente en sus pocos meses no sabe que su llanto, fácil y caprichosos como todos los impulsos de una criatura de su edad, son lo que determinan guardar mis pantuflas o dejarlas puestas hasta la noche.

junio 06, 2013

El arte de aceptar regalos destestables

Siempre quiero tener alguien a quien mandarle encomiendas, no puede ser cualquier, tiene que ser una persona especial que este atento o atenta a mi paquete, que lo reciba con entusiasmo, que lo vaya a buscar con cierta adrenalina, que lo esconda en calidad de tesoro en el trayecto de regreso a su casa y en la privacidad de su cuarto muriendo de la emoción sienta con estremecimiento como la cinta aislante se corre al pasar el cuchillo que la desgarra. Tiene que ser alguien que casi puede ver luz al abrir la caja y viva el acontecimiento con intensidad.

Lo sé, es una exageración, me conformo con que reciba con entuasiasmo la noticia y vaya a buscar pronto el paquete. Tristemente no he logrado que nadie a quien he mandado un paquetre haga al menos una de estas cosas, mala suerte supongo. El peor caso fue la respuesta "esperas que te agradezca?".

En fin, supongo que todo esto tiene que ver sobre todo con la mala suerte, simplemente no ha sucedido, es cuestión de tiempo, seguir intentando, pero en realidad como dicen todos los libros de autoayuda "el problema está en uno mismo". La frase que voy a decir cobrar mayor peso y un dejo anecdótico en unos veinte años, por ahora es una simplre queja "cuando era joven no había internet", sí, no había internet por eso recibier y enviar paquetes  o cartas era toda una ceremonia, una acontecimietno felíz. Además estaban los tiempos de espera, en fin esos encantos cursis de las cosas de antes (eso sí sonó a vieja).

En fin el problema de no encontrar alguien que reciba mis paquetes como yo quiero que los reciban radica en que quiero que los otros sientan como yo, un típico problema de empatía. Nada que la indiferencia, el internet o la practicidad no puedan resolver, pero este tema me lleva  a pensar en otro más complejo que es la recepción de regalos no deseados, es que es la misma figura. Yo soy incapáz de hacer mala cara ante un regalo detestable, simplemento no puedo hacerlo, será una mezcla de modosa y ridícula educación, un miedo al rechazo del otro, una necesidad de huir de situaciones conflictivas, como sea no puedo hacer más que sonreír y agradecer.

Aquí podría comenzar un análisis que siempre se hace en las mesas de bares sobre la "educación" la formalidad su falsedad y bemoles, pero no caeremos en ese análisis en el que tarde o temrpano participaremos, intentemos mejor pensar en alternativas inteligentes ante los regalos no deseados.

Está la alternativa del "muéstralo y olvídalo", esa chompa horrible que te regalo tu madre y espera que adores y uses todos los días, incluso en verano. En estos casos mi sabio consejo es usar la dichosa prenda para que la persona que te vea, hay que hacerse ver un par de veces basta, luego olvídala o guardala bien en tu mochila al salir de casa.

Otra técnica infalible, no para prendas de vestir, es guardar el objeto y donarlo al bazar de la parroquia más lejana, así es, tiene que ser la más lejana, nadie quiere que su mamá se saque en la rifa la chompa que ella misma tejió.

Otra opción es darle una oportunidad, tal vez cortando las mangas sea un buen chaleco, o desatando la lana pueda servir para una de esas miles de situaciones en las que se necesita una lanita y no se encuentra... el espíritu de reutilizar puede ayudar al mundo y a los maricas que no nos atrevemos a decir que algo no nos gusta.

Finalmente esta la opción de que un "accidente" inutilece el objeto, un jaspeado accidental en la lavadora, la mordida de un perro, la cercanía de un encendedor, en fin, sean creativos.

La falsedad puede ser inteligente!.

mayo 02, 2013

En un arranque de camaradería mi amigo el veterinario me regaló un libro sobre costumbres bolivianas y maternidad. Me confesó que lo había sustraído sin permiso de una biblioteca porque el título le había recordado a mi y mi estado de gravidez. Hizo énfasis en el detalle de la "sustracción" porque eso de ponerle un poco de peligro a todo lo que cuenta es algo muy suyo.
Por mi parte se lo agradecí profundamente sobre todo porque en conversaciones anteriores habíamos hablado sobre la maternidad desde una perspectiva más bien mamífera y me hacía falta humanizar la charla.
El me preguntaba como estaba y yo le decía que bien, me recomendaba que duerma del costado izquierdo porque la irrigación sanguínea se ve favorecida, yo le decía que lo mismo me recetó el doctor, a continuación comentaba que la semana pasada había ayudado a un colega en el parto de una vaca.

En algún momento de estas conversaciones yo le comenté que había aprendido a no hablar mucho sobre la maternidad, sobre mi maternidad específicamente, porque la mayoría de mis amigos cercanos no tenía ni querían tener hijos y veían en mi segunda gestación una especie de "no aprendió la lección". Además que la maternidad tiene toda esa figura edulcorada que repele. A pesar de ello el vientre crece y crece junto con los comentarios de la gente que no pueden evitar mirar a la panza antes que a la cara.

Otro amigo muy cercano me regaló una ropita de bebé con el logo de Nirvana mientras me insistía por enésima vez que considere ponerle "Kurt". Yo le explicaba que por ahí resultaba ser un chico super coservador amante de la música clásica y que el nombre solo haría que sus amigos se burlen de él, pero mi amigo loco por la música insistía en que el nombre era crucial y que era imposible que no sea músico si se lo ponía.

Después de que la criatura hubiera nacido descubrí, por un error de logística, que mi papá intentó sacar el certificado de nacimiento, en realidad lo que quería era ponerle un segundo nombre porque no le gusta el que le di.

Puedo pasarme horas contando los detalles, pero esperaré un poco para que la literatura haga su efecto y mejore los efectos distorsionando un poco la realidad. Luego cuando sea grande le contaré el resultado, una ficción que pueda recordar y de la que pueda reír.