noviembre 24, 2009

Me fatiga este calor opa que se concentra en los cuartos. Los mosquitos promiscuos se multiplican escandalosamente debajo de la cama y detrás de las cortinas, por la noche salen con toda la parentela a oficiar de dráculas.
Dicen que es porque tengo la sangre dulce que ellos me persiguen, ser la confitería de estos bicharracos me tiene harta, contribuye a mi insomnio y a esa sensación de desconsuelo que tengo estos días.
Todo este hastío tropical me ha paralizado, me quedo frente a la pantalla blanca por horas, colgada, congelada como en los juegos de chica. Me toma mucho escribir una palabra, me estoy forzando a no dejarme, a completar una oración, a no abandonarme.
El calor sigue, no queda nada de la lluvia de anoche solo el vapor metiéndose entre la piel y la ropa. Al menos la Lucía durmió bien, por primera vez toda la noche de corrido. La espalda se le humedece , los mosquitos la acosan, pero ella despierta siempre nueva como si acabaría de llegar al mundo.

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