julio 27, 2012

Arte contemporáneo I

Debería escribir un querido diario. La idea surgió cuando el dueño del negocio de renta de andamios me miró con una mezcla de sorpresa y piedad.
¿Solo dos?- me preguntó. Le dije que sí mientras pensaba cual sería la mejor forma de no darle demasiadas explicaciones, cada pregunta suya me conduciría al abismo que hay entre la realidad y el arte contemporáneo.
-¿cuántas semanas?- me dijo dejando de lado su primera pregunta, era obvio que la cantidad de andamios si bien le causó sorpresa encontró en su cerebro alguna conexión que le quitó la nube de dudas que le produjo mi respuesta. Bajó la vista y tomó el bolígrafo para apuntar, inocente y pacífico sin sospechar que mi siguiente respuesta sería la que finalmente nos empujaría al pantano de las explicaciones.
Los segundos corrían más veloces que en cualquier otro momento y yo no encontraba la forma de zafar, de la inminente caída, no había de donde agarrarme.

- Solo un día- le dije, intentando sonar segura y calmada apresurando mi cerebro para alistarse a su segundo disparo de preguntas. Su asombro fue inmediato, claro.
Calculé entonces que era un hombre acostumbrado a los inconvenientes, y además era bueno. Esto me impedía conflictuarlo solo por gusto como me hubiera apetecido hacer en otras circunstancias.
Pestañó una par de veces y me preguntó todos los para ques y porques. Mientras le respondía yo tenía en mente que no debía decir en ningún momento las palabras "concierto audiovisual", segura que combinadas juntas son extrañas las dos palabras, con los andamios  de por medio eran paracticamente otro idioma.
Le dije que eran para una proyección y necesitábamos poner el proyector muy alto.

Su bondad se desbordó cuando me explicó con paciencia de padre que no era necesario que alquile andamios, sino que bastaba poner una escalera y armar una plataforma. Cómo podía explicarle yo que los artistas me había dichos que necesitaban "delimitar un espacio para el público pero sin cerrarse a él". La verdad es que hubiera podido pero yo no quería enredarme y le escuché con ternura todas las sugerencias que me daba, la escalera y otras más. Finalmetne solo pude decirle con cara de tonta "yo tampoco entiendo pero me han pedido el andamio".

Luego vino el segundo round.

Quienes lo van a armar?- me preguntó
Cuando le dije que yo, su consternación alcanzó el punto más alto de la conversación. Verdaderamente no sabía si yo pudiera armarlo o no, lo cierto es que como no había nadie que lo hiciera supuse que sería yo. Musitó un "aja" entre dientes y me sugirió que busque "hombres" para ese trabajo.
Tonta, atufada por los nervios, solo le dije que lo haría.

Aun tuvo un gesto más de consideración cuando me mostró la calculadora en mano que el transporte sería más caro que el alquiler, como si quisiera cariñosamente disuadirme de gastar ese dinero. Su bondad era notable y yo estaba tan tonta que no podía explicar qué es un concierto audiovisual, supongo que ese sí era un terreno pantanoso, pues para mi de hecho lo es. Tuve que repetir mi frasesita tonta "eso me han pedido".

Resigando pero enternecido cargó el andamio a su camioneta y nos fuimos. Dejamos los andamios y al momento de pagarle me miró todavía conmovido y me hizo una considerable rebaja.
- Sabe.... se ven a pocas mujeres en este negocio, lo dejemos en la mitad-
Este fue uno de esos extraños momentos en los que una no sabes si está siendo discriminada o sacando ventaja de su condición de mujer. (o es eso lo mismo?)
Le agradecí y le estreché la mano, firme el apretón como el de un hombre bueno y áspero como el de alguien que carga andamios.
Volvió al dia siguiente para a recogerlos, los cargó en su camioneta destartala me agradeció y me deseo los buenos días. Voltee antes de cerrar la puerta y ahí en un segundo le descubrí con la mirada fija en mi con esa interrogación que produce el arte contemporáneo en la mayoría de la gente normal.

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