agosto 23, 2010

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En esas noches de insomnio forzado la mejor excusa ante los demás eran los primeros exámenes que coincidían con las fechas de su cumpleaños. Siempre le había resultado fácil sacar buenas notas, todas las tardes seguía una escrupulosa rutina después de llegar del colegio. Almorzaba con su familia mientras veían el noticiero a todo volumen con el televisor trepado en la heladera. El noticiero terminaba con el último bocado, entonces ayudaba a lavar los platos o limpiar la mesa, luego se instalaba en el comedor desplegando los cuadernos y textos de tal forma que cuadraban perfectamente con la colocación simétrica de su silla. Leía, hacía resúmenes, resolvía ejercicios de todo tipo hasta media tarde que se levantaba para descansar un poco y ayudar a su padre en la tienda bazar que había sido de su propiedad desde siempre. Se encargaba de la caja. No cenaban, tomaban un algo caliente y luego prendían el televisor. Pero Amanda volvía a los cuadernos y continuaba frente a ellos incluso luego de que todos se hubieran acostado.

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