junio 05, 2008

Sonriendo a la Muerte o Más sobre Vila Matas


Me quedó muy corto el post de Vila Matas y Suicidios ejemplares, y es que no se puede esperar menos de un libro tan particular. Se merece un mayor detenimiento, al menos mi mayor detenimiento.

Tratándose de un libro publicado por primera vez el 2000 ya el mismo Vila Matas ha expresado que le falta una segunda parte que estará compuesta por las cartas que ha recibido de numerosos "suicidas" que le han contado sus propias historias o que bien le han rebatido las que cuenta. No nos queda más que esperar el segundo tomo de la temeraria saga de la muerte.

Con la pretensión de adentrarme en las profundidades de "Suicidios ejemplares" quiero detenerme en el título, que es reflejo mismo de la obra, atrayente como la muerte pero con una leve sombra de sorna, una sutil manera de burlarse, reírse del fenómeno menos alegre de la vida. Creo que este doble sentido solo puede reflejarse del todo al terminar la lectura de cada historia de suicidio.

Me recuerda a esa noche en la que me llamó un amigo bastante tarde, me dijo que algo le había pasado, cuando lo encontré tenía una sonrisa que no se le borraba, pero no era una felicidad limpia parecía que le hubieran contado un chiste que no podía dejar de curvar sus labios. De pronto nos sentamos en la banca de una plaza y me dijo que había dado un adelanto para rentar un cuarto y que el tipo había desaparecido, era una suma fuerte de dinero, pero el me lo contaba sin poder aguantarse la sonrisa. “lo más raro es que me puse a reír cuando lo supe”. Espere durante el tiempo que conversamos que esa su risa se haga llanto, mis esquemas mentales no daban cabida a lo que veía, pero no sucedió. Esos recuerdos vienen ahora que leo a Vila Matas, que sin estafas ni puentes de las Américas tentadores me da la misma sensación.

Volviendo a “Suicidios ejemplares”, donde una espera depresión encuentra en realidad desconcierto, se trata de historias que terminan con un ribete extraño que obligan a volver a la lectura y peguntarse qué es lo que uno se perdió, pero que al encontrar ese engranaje uno tiene la maravillosa verdad de la lectura deslumbrándole desde el relato.

Rosa es guardia en el museo de la ciudad, tiene dos hijos uno de ellos con una enfermedad fulminante que él mismo ignora. Es el cumpleaños de Rosa y nadie podrá ir a comer con ella por todas esas cosas de la rutina. Rosa se pasa el resto de la mañana buscando motivos para no matarse y al mismo tiempo formas de hacerlo. En una extraña relación con los cuadros que cuida en el museo Rosa llega al punto mismo de decisión, ya casi en el umbral de la muerte se decide por la vida que en realidad es mucho peor que la muerte misma.

Pero mejor aun es la historia del pintor de Babakua y sus habitantes, Panizo del Valle él que jamás había visitado la isla y en su primera expedición marítima para conocerla recibe del marinero protagonista una revelación que además de criticarle le hace dudar de toda certeza, sumido en una completa perplejidad pierde noción del mundo y se pierde para siempre en la espesa selva de Babakua sin que se sepa nunca mas de él. ¿Suicido, rapto, desaparición? No se sabe, lo que es un hecho es que el marinero queda algo turbado y fastidiado también por las revelación que hace al pintor Panizo del valle, decide también morir, luego de analizar algunas posibilidades se queda con la de recibir cosquillas hasta morir, otra vez Vila Matas se ríe a mandíbula batiente de la muerte, literalmente su personaje quiere morirse de risa.

La historia que no puedo dejar de mencionar por que alude a este blog directamente a este “Coleccionista de tempestades”, tal vez debería cambiar el nombre al blog. En esta penúltima historia se hace más visible que en cualquiera la manera de ver la muerte como la situación mas graciosa. “estúpidamente cínica como la muerte” dice casi al finalizar. Vila Matas se burla de la muerte se ríe de lo más trágico quizá como una saludable forma de hacer en parte digerible, verla al menos desde la risa y no desde la convencionalidad del espanto.

1 comentario:

Fernando Ducrot dijo...

realmente es cínica la muerte.