julio 27, 2010

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.... por las noches, en los días previos a su cumpleaños tramaba secretamente la excusa perfecta para zafar de esa situación que le parecía tan penosa, penosa no en el sentido de pena o tristeza sino en el de vergüenza y bochorno. Era buena para inventarse justificaciones creíbles estaba segura que cualquier cosa dicha con la suficiente seguridad podría parecer verdad a los demás, siempre le funcionaba, quizá porque tenía toda esa fama de eficiencia y puntualidad acumuladas. Su foto encabezando el cuadro de honor del colegio todos los años le otorgaban una credibilidad envidiable, incluso detrás de sus anteojos, sus zapatos varoniles y su eterno guardapolvo blanco había un poder de convencimiento oculto en ese casi disfráz que usaba todos los días desde hacía ya diez años.
Sin embargo los cumpleaños, sus cumpleaños habían sido siempre un acontecimiento que no lograba dominar con ninguna de sus estrategias, pero era perseverante y cada año regresaba ese temblor en su pecho, como una emoción contenida que en esas fechas le interrumpía las lecturas y le hacía levantar la vista para perderse unos segundos en la nada. Lo que le hacía ilusión no era festejar sus cumpleaños sino encontrar la forma de librarse de él.

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