marzo 04, 2012

Oruga II


II
La última cosa normal que hice fue mandar por correo un libro de cuentos para un concurso, le puse “realismo doméstico” de título. Ahora ya no hago cosas normales, estoy en cama tirada todo el día y el colmo fue esta tarde cuando canté varias canciones infantiles vía skype. En cualquier otra situación esto sería ridículo pero ahora me resultó vital. Después de preguntar tres veces a la Lucía como estaba, y verle medio borrosa por la video llamada me entró un poco de pánico, sé que está bien y que no le pasará nada, pero necesitaba sentir su proximidad, esa cercanía que no tiene que ver necesariamente con los cuerpo. La conexión por internet no estaba ayudando, así que lo único que se me ocurrió fue cantar, decirle que cantemos y funcionó. Empezamos por el clásico de los pollitos que ella casi se sabe de memoria, luego le propuse la del pato, una canción que le canto siempre que le baño, era una de esas que ni me acordaba que sabía pero la Lucía estaba con el tema de los patos y seguramente eso fue lo que hizo despertar en mi memoria la canción, la historia es de un pato primero viene la descripción del animalejo “mimoso y regalón de plumas suavecitas doradas como el sol” y de ahí algunas frases sobre la amistad con el pato. La segunda estrofa es un poco más escabrosa, el pato muere por alguna extraña razón pero sigue siendo el mejor amigo del niño desde el cielo, ese último párrafo no se lo canto, primero porque hace muy larga la canción y después porque no quiero traerle el tema de la muerte todavía, no creo que me pregunte nada al respecto, solo tiene dos años y medio, pero nunca se sabe con los niños yo no estoy lista para dar esas explicaciones, menos ahora con una experiencia algo cercana a la muerte.

Terminamos con pin pon y una que sabemos de la tele, le pedí que me señale las partes de su cuerpo y finalmente nos mandamos un beso. Cuando corté la video llamada desee mucho estar con ella, pero ya estoy aprendiendo a razonar mejor esos impulsos de tener gente querida cerca, no podría ni alzarla, ni siquiera ponerle sus zapatos que tanto le gusta sacarse. Debo ser paciente.

Otra vez el tema del tiempo y la paciencia. En mi casa matamos las horas a plan de ver televisión, miro cualquier cosa, dejo el control en manos de mi madre y de mi abuela. Nos pasamos la tarde viendo recetas de cocina y programas de cambio de look. A las seis de la tarde estoy harta, me pregunto si esa gente podría hacerme ver menos ballena con esta panza vacía y cortada que tengo ahora. Ya sé, ya sé, debo tener paciencia, solamente me queda esperar, dar tiempo a que mi cuerpo se reacomode. Mientras en la tele una mujer tras otra pasa de un atuendo de doña florinda a reproducir el estilo de estrellas de cine.

Mi madre me dice que es mejor si vemos cosas superficiales, tontas como esa, porque si nos ponemos a ver películas deprimentes será peor. Supongo que tiene razón, comemos chocolates mientras vemos la tele, tenemos que subir el volumen porque hay una fiesta en la casa del único vecino, desde la tres de la tarde sin para suenan los wayños y zapateos.

Me llaman mis hermanas, algunos amigos me mandan mensaje, me siento feliz, el beneficio secundario de la enfermedad diría Freud, y claro cómo no, acaso no es lindo que te llamen y te escriban que la gente esté pendiente de ti cuando estas mal. Es como si el cariño fuera siempre implícito, uno no se anda diciendo “ te quiero” todos los días, es más, es raro cuando alguien te lo dice muy seguido, es como que pierde sentido, como ese juego de repetir muchas veces la misma palabra hasta que pierde su sentido.
El cariño por eso lo prefiero silencioso, asumido, obvio, pero cuando a uno le pasa una de esa cosas se hace necesario que salga, que aparezca que se transforme en llamadas, en correos, en cosas más palpables. Es exactamente como el cuerpo, nunca se aprenden los nombres de los músculos hasta que no pueden moverse, hasta que duelen, hasta que de alguna forma nos llaman la atención.

Solo en karate kid vi  la ceremonia del té, claro que en una versión erótica/gringa del asunto, pero hoy me acordé mucho de ella. Debo bañarme sin mojar la herida, eso significa que nada de agua directa debe tocar a herida de mi panza. Entonces tengo que poner en el baño dos cuencos de agua, al menos dos toallas y una esponja, cuidar de no derramar el agua, mojar la esponja pasármela por el cuerpo, enjuagarla, tirar el agua cambiar de recipiente y otra vez lo mismo. Todo con la velocidad casi nula que me permite mi panza rajada, el baño está lleno de tinacos, esponjas y ropa. Tardé más de media hora solo en pasarme la esponja y enjuagarme, el pelo es una proeza que dejo para más tarde.

Tengo el cuello contracturado, toda la tensión está acumulada en los hombros y el cuello, vuelvo a encender la tele mientras muevo los hombros de atrás adelante y doy vueltas la cabeza. Siento que no podré dormir esta noche y sólo me queda escribir para ver si así me canso un poco más. Sé que debo contar esta historia desde el principio, pero todavía no puedo. No sé cómo.

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