marzo 09, 2012

Oruga V


V
Todo sucedió hace una semana y un día exactamente, pero como ya he dicho el tiempo del cuerpo no es el tiempo normal, el tiempo de todos los días. Al cuerpo de vale un cuerno que tengas trabajo, una hija de dos años o que haya bloqueo en la ciudad. Tiene su ritmo sus condiciones y finalmente todos cedemos a ellas.
El certificado médico dice: Abdomen agudo ginecológico, y el día que dolió fue tan feo como suena el diagnóstico. Uno sigue su vida hace sus cosas, el sentido de inmortalidad está ligado a la juventud. De repente un dolor pélvico en una persona de treinta y un años solo puede significa: “algo me sentó mal”, “se viene una regla como las de la adolescencia”, pero cuando estos dos factores se han descartado solo queda hacer un par de llamados a los amigos doctores, sobre todo si son las once de la noche y un paro del sindicato de transporte tiene cercada las inmediaciones de tu domicilio.
Luego vino la farmacia, y el tranquilizante para caballos, o algo parecido que me permitió dormir toda la noche. Al día siguiente la peregrinación por los laboratorios y todos los análisis, al final de la tarde el diagnóstico y con él, el terror.
Luego el viaje, inmediatamente la clínica, la reconfirmación del diagnóstico y a menos de 48 horas del dolor estoy sentada en el quirófano con una bata abierta por detrás mientras el doctor me toca las vértebras para ver donde mejor entrará la aguja. Estoy temblando como una hoja, todo fue muy rápido y no tuve tiempo de sentir nada, pero ahí en la camilla los médicos prenden la radio, se hacen bromas y hablan del partido de fútbol de la liga, yo tengo la espalda desnuda y tiemblo de terror. “Se pone nerviosa?” me pregunta el anestesista, como si yo hiciera estas cosas con cierta regularidad y claro el nerviosismo me agarrara. “solo con las agujas” le digo, uno se vuelve estúpido con el miedo. Ahí cae en cuenta que yo soy un ser humano y me dice que me dará un tranquilizante antes de ponerme la aguja grande, se acerca al suero, inyecta algo en el tubito al que estoy conectada.

Desde ahí la película está borrosa, en mi cabeza hay una presentación de power point (como dice mi amiga cuando le pido que me cuente que hizo el sábado en la noche).  

En cierta forma he vuelto a la vida normal, he vuelto a casa donde todo sigue su ritmo. Mi primer evento social es la reunión de padres de la guardería, estoy feliz de ir. De desempeñar el rol de madre otra vez, la Lucía me ha recibido con un abrazo y me valió un coco el dolor y el tener que agacharme, la alcé y abracé igual.
La directora está al frente y nos explica que la reunión es para ofrecernos un seguro contra accidentes para los niños, a mí los seguros no me interesan pero estoy feliz de estar ahí con la Lucía, ella no se quiere moverse de mi lado. Las profesoras han puesto un video para que los niños se queden en la otras sala mientras nos hablan del dichosos seguro, pero la Lucía no quiere ir, se queda conmigo que no quepo en mí de felicidad (a pesar de la redondez que me ha dejado la cirugía).
Oportunamente tengo en mi cartera un potecito de yogurt y unas galletas, se las doy a la Lucía para que se esté tranquila. Camina un poco de un lado al otro sin soltarme la mano mientras ya ha empezado a hablar el señor del seguro. Hace una introducción general y explica que la guardería es un lugar seguro sin embargo nunca estamos libres de los pequeños accidentes. La Lucía de pronto presta atención al disertante, su mano sin embargo sigue sosteniendo la botellita de yogurth en el ángulo perfecto para bañarla. Una cascada rosada cae sobre su naríz y su boca, se atora, yo entro en pánico, saco velozmente la manga de mi chompa y le limpio la cara mientras le doy golpecitos en la espalda para que se le pase el atoro.
Los padres quedan perplejos ante el poder de las palabras del vendedor de seguros, hasta parece que hubiera sido su culpa. La charla se reanuda cuando saco a la niña de la sala y me debato entre matarme de risa o ponerme a llorar. Así es este asunto, un poco escandaloso siempre “caóticamente hermoso” como dice la propagan de pañales.

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