marzo 31, 2010

Una chica cualquiera en un auto naranja trae en el asiento de copiloto una sillita de bebé, en los asientos de atrás van apilados muchos cartones y bailando solos en su billetera diez tristes pesos en monedas de a cinco. Siente frío en los pies y muchas ganas de llorar cuando escucha el himno nacional en la trancadera del centro de la ciudad.
Esta semana ha intentado bajarse mil veces música de Django Reinhardt sin éxito, también horneó unas galletas de miel y nueces, escribió algo y mandó un par de mails pretenciosos.
Le da miedo el invierno, pero el año pasado por esas fechas la vida se escurrió entre sus piernas, entonces todo julio cambió para siempre.

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